martes, 2 de julio de 2019

La trampa canarinha (Brasil 2 - 0 Argentina)

Argentina jugó su mejor partido de la Copa; dominó, atacó, dio 3 veces en el palo, pero no le alcanzó para derrotar a un Brasil tan calculador como efectivo.


Este Brasil tiene una forma muy curiosa de jugar. La máxima tradicional del fútbol se cumple a cabalidad: extendido o abierto para atacar, y cerrado o corto para defender. El juego de expander y contraer lo hacen casi a la perfección, pero siempre verticalmente. Los defensas nunca están tan lejos de los medio campistas que no pueden darse un pase corto. Esto ayuda mucho a la presión en caso de pérdida de balón, y a conseguir superioridad numérica en casi todos los intentos de ataque. Lo que hace Brasil en el primer gol es un ejemplo fantástico de esto, ya que es el resultado de una jugada individual que Otamendi logra cortar, pero Dani Alves recupera el balón muy rápido. Cuando Gabriel Jesús conecta con el centro y anota el 1-0, habían 5 jugadores brasileños en el área argentina, y 2 más afuera. Superioridad.

Por otro lado, el desenvolvimiento defensivo se parece al de Corinthians (campeón de la Libertadores de 2012) del mismo Tite: no se trata de cerrarse, sino de dejar espacios para que el equipo rival se abra. Esto, en consecuencia, va a terminar en ataques rivales, claro. Tite elige ir por el medio para progresar en el campo, así que deja las bandas a los rivales con la intención completa de que se abran, y puedan salir las contras. El 2do gol, de nuevo, es ejemplo de esto, aunque la jugada esté un poco sucia por el penal no cobrado.

Ahora, me dirán: NOO, PERO SI ARGENTINA FUE SUPERIOR! Bueeeeno... Osea, en el papel es cierto, pero fue superior en la medida que Brasil le dejó ser superior. La apuesta de Tite está en su defensa, capaz de resistir casi todo. Él acepta (y gustoso) que lo ataquen, porque su equipo (incluído el arquero) puede resolver situaciones extremas con bastante pulcritud. No por nada a Brasil le meten un gol cada 4 partidos, y hasta ahora nadie le anota en la Copa. Alguna vez el cálculo tiene que fallar, obviamente, y la apuesta es peligrosa. Pero en ese detalle recae la trampa. El engaño mayúsculo es hacer sentir al rival cómodo con lo que hace para poco a poco ir exponiendo sus debilidades, hasta encontrar el gol. Ayer Argentina se sintió capaz de atacar a Brasil, y esto los dejó listos para caer. El jogo bonito ya no existe hace tiempo. Ahora es el jogo engañoso.

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