Perú está a 180 minutos de ir nuevamente a un mundial.
Nadie esperaba que fuera fácil. Hace más de un año, cuando miraba la tabla con el camino que le quedaba a Perú por recorrer, la situación pintaba espeluznante, por decir lo menos. Muchos partidos de visita, incluyendo a Ecuador y Argentina, ponían nubes negras sobre el destino de la selección. "Perú tendría que hacer un campañón irrepetible, rompiendo ranchas y sacando resultados inéditos", era lo que decía. Parecía imposible.
Y entonces pasó lo de Asunción. Ya Perú venía jugando muy bien, pero una goleada de visita era completamente impensada. Muchas cosas más han sucedido, y si bien un análisis objetivo y frío puede acabar fácilmente con el romanticismo que envuelve al final de la campaña hacia Rusia, nada puede quitar la sensación de que estamos ahí, a un pasito de regresar al mundial. De ver realidad ese sueño negado por tantos años. Y tal vez sea esa misma negación lo que lo hace tan llamativo: Descontando a Venezuela (que nunca ha ido), ningún otro país sudamericano ha pasado tanto tiempo sin ir a la máxima cita del fútbol. Hemos sufrido tanto, con campañas cada vez más desastrosas (la de "0 puntos" Popovich y "Tenemos-la-mejor-selección-de-los-últimos-50-años" aka Chemo siendo las más horribles) que nos hemos hecho a la idea: los peruanos estamos para sufrirla. Siempre. Todas. Y el partido de anoche no fue diferente.
Colombia vino a hacer su negocio: quitarnos la pelota, presionarnos en defensa, y hacer del juego muy lento y trotón. Pienso que Gareca tuvo la intención de hacer el partido así en Buenos Aires, pero Argentina juega mucho más por las bandas y see hizo un equipo amplio sin miedo, algo que para Perú hubiera sido suicida en este partido. Con el pasar de los minutos, los infructuosos ataques hacían que la pelota pese cada vez más. Colombia se acomodaba, Perú se desesperaba. Lo bueno es que la desesperación no alcanzó niveles suficientes como para romper al equipo, incluso cuando nos metieron el gol. La situación se hizo tensa, sí, pero creo que el equipo pudo responder adecuadamente, y se lanzó al ataque. Fue la vehemencia de Corzo, muy arriba en su banda, lo que resultó en el tiro libre de Paolo. Y, por Dios.
Sí ya habíamos tenido suerte en muchas cosas en estas eliminatorias (ya las enumeraré algún día), lo que pasó con ese tiro libre es de lo más bizarro en la historia del fútbol. No solo porque el gol nos permitió llegar al repechaje, sino por la suma de situaciones que se dieron: Paolo no se dio cuenta que era tiro libre indirecto, ni por el árbitro, ni después de que Cueva y Tapia se lo repitieran varias veces. Paolo decidió no hacer caso a lo que escuchaba, él iba a patear al arco. El gol, hasta este punto, iba a ser invalidado, pero la reacción (salvadora) de Ospina, que decide intentar tapar el tiro y no puede, hace que toda la jugaba sea legal. Y el estadio explota en júbilo: el 1-1 nos regresaba a la zona del repechaje, de donde ya no nos íbamos a mover.
Es difícil describir lo que se vivió en ese partido, algo que seguramente nunca se va a repetir, no solo por lo que se jugaba (siendo la última fecha), sino por que el destino había amarrado a 5 selecciones, y cada gol alteraba la tabla de manera significativa. Los primeros en desentenderse de la situación fueron los Argentinos: pese a comenzar perdiendo, terminaron ganando 1-3 gracias a un Messi salvador como jamás se había visto. Paraguay la tenía más fácil (en el papel) frente a Venezuela, de local. Pero siguiendo con la racha que han tenido en casa, perdieron 0-1 (eso cumplía otra de mis predicciones: alguien tenía que pinchar sus ilusiones con roche, y los candidatos más probables eran los paraguayos). Chile la tenía muy difícil. No se trataba solo de tener que jugar de visita contra Brasil, sino que se trata de su bestia negra mundialista. Brasil SIEMPRE los ha eliminado en los mundiales, y el destino se encargó de cruzarlos, aunque prematuramente, una vez más. Las cosas jugaron a favor de Perú, pero es el resultado el que cuenta, y los 3 que consiguieron lo que buscaban fueron Argentina Colombia y Perú. Claro, a Perú le importaba más ganar y asegurar la clasificación directa, pero faltando tan poco para acabar el partido, NADIE se iba a arriesgar. Mucha gente lo ha criticado, pero uno no arriesga lo que todavía no tiene (y eso debe quedar bien claro), y hasta que el árbitro pitara todo podía pasar.
Dos partidos más, 180 minutos a muerte. El rival es Nueva Zelanda, el clasificado de Oceanía. Puede sonar fácil, en papel, pero yo solo quiero repetir lo mismo de siempre: no hay equipo chico, ni rival fácil. A veces el rival más grande es el mismo equipo y su necesidad de ganar. Yo creo que hay muchas razones por las cuales soñar, pero no será hasta el último pitido del árbitro en el partido de vuelta que podremos llorar (porque pase lo que pase, vamos a llorar).
Carajo, no somos peruanos si no sufrimos. VAMOS!!!
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