domingo, 7 de julio de 2019

Días para soñar

Perú va a jugar la final de la Copa América 2019. 



Los días previos a la semifinal contra Uruguay en 2011 fueron de los más intensos que me han tocado vivir, en lo que respecta a fútbol al menos. A mi generación, o a los que estaban cerca a mi edad en esas épocas (jóvenes no tan adultos), no nos tocó vivir nada bueno de la selección peruana. Lo más celebrado fue un empate de local con Argentina (en 2008) con gol de Vargas (que metió Fano) en tiempo de descuento, después de haber hecho un partido regular a una selección que arrastraba como 5 empates consecutivos. Ese empate (y quiero recalcar que fue un EMPATE), fue el punto más alto de una eliminatoria espantosa, donde Perú perdió cuanto record de local todavía conservaba (Chile y Ecuador ganaron por primera vez en la historia, en Lima), parecía que nos goleaban cada 2 partidos y terminamos últimos en la clasificación. Un proceso nefasto, particularmente marcado por escándalos y jugadores expulsados, que no hacían dislumbrar absolutamente nada positivo en caras a los años que seguían. Ganarle a Colombia fue una sorpresa tan gritada, tal celebrada... y tan salida de la nada. Fue la primera vez, tal vez, que una generación de peruanos podía entender que en el fútbol a veces las estrellas te miran favorablemente. Invitaba a soñar con todo lo demás. Con enfrentar a Uruguay que solo un año antes había hecho una gran Copa del Mundo. Con GANARLE a ese rival, con llegar a una final. Con poder levantar una copa. Ver a esos jugadores, con tus colores, con esa bendita banda, levantar una copa. Eran tantos pasos, tantas cosas tenían que darse y tanto se veía cuesta arriba. Pero te invitaba a soñar. En esos pocos días entre cuartos y la semifinal, soñé, y soñé mucho, tal vez porque era la primera vez que vivía algo así, tal vez porque era más joven, no sé. Por eso dolió tanto, después, cuando perdimos.

Lo que se ha vivido estos días se siente muy distinto a lo del 2011. Eso de hace 8 años fue como un regalo inesperado en un día de lluvia. Que llegó para alegrarnos momentaneamente. La navidad, para nosotros, fue ir al mundial. Nuestro deseo máximo por décadas que terminó, bueno, de una forma un poco agridulce, pero sin reproche. Tal vez gracias a eso el haber logrado lo impensado, y ahora estar por jugar nuestra primera final en tantos años, es casi imposible de medir. Ya he vivido demasiadas amarguras gracias al fútbol como para decir algunas cosas en voz alta (prefiero ir con calma) pero, quiero atreverme a soñar. Quiero ser, otra vez, incauto como en el 2011, porque reconozco lo complicado que se presenta el escenario. Que mejor ni mirar las estadísticas, ni pensar en el rival. No quiero pensar en eso, quiero soñar con gente tocando claxons y cantando en la calle. En abrazos, y en goles. Quiero soñar, pero no sé si ya me hice muy viejo, hay cosas que me quieren jalar hacia la ansiedad y la angustia. Que el árbitro, que el VAR, que la localía... No sé. Estos días son para soñar pero, también, son para entrar en razón. A esta final no llegamos de suerte, fue con un baile de aquellos. Tampoco pasamos de 4tos sin luchar: estos chicos no se fallaron ni un penal. Tal vez después de tantos golpes, tantos años, me acostumbré a las cosas difíciles. Yo no sé si lo de mañana sea una fiesta o no, ojalá que sí. Solo sé que estos chicos me están acostumbrando a sonreir. De vez en cuando, como la vida misma. No todo van a ser triunfos pues, pero me están haciendo soñar, una vez más, y eso es lo que importa: pase lo que pase, sea lo que sea que tengamos al frente, seguir luchando, seguir SOÑANDO. Todo comienza ahí.

Que mañana sea un día como mucho sol. Sueño con eso. Pase lo que pase.

No hay comentarios: